Sunday, August 26, 2007

Todos los Ausentes


Un niño juega con soldados, va al circo, habla durante la siesta de sus abuelos con sus amigos imaginarios, siente piedad por las desventuras de sus tías, ama las procesiones, los desfiles, hace de San José en Navidad. Esos juegos se volverán ejercicios que forjarán una vocación. Lo que antes ocurría en un patio en la casa de la infancia sucede ahora en las aulas de una escuela de teatro y luego en los escenarios. Aprende mezclando experiencias, desde tomar clases a ser galán de fotonovelas, de programas de radio a obras de teatro y películas. Mientras ese actor se forma y crece en su oficio, Chile cambia. Del conservadurismo terrateniente al laicismo liberal, de los fundos patronales a las reformas sociales. Del socialismo a la chilena a la dictadura de Pinochet. Hasta el día de hoy, cuando el actor ya viejo descubre que el invisible equipaje con que atravesó esas épocas tiene el nombre de todos los ausentes que en teatro no son los muertos, sino los mismos actores, que cada día aparecen fugaces, sinceros, desarmados y desaparecen, cada noche, para siempre.

Esta obra no se propone hablar de Héctor Noguera. A través de su biografía contamos algo que acomuna a todos los artistas: La vocación, que salta obstáculos, derriba barreras, combate envidias y paga el precio de la soledad con tal de llegar a realizarse. Decir YO tiene sentido, cuando ese YO incluye a los demás, cuando se vuelve un NOSOTROS. Creo que el CORO contemporáneo sea eso. A través del yo se nombra el universo. En este caso el ínfimo y entrañable universo del teatro. Los actores de teatro no quedamos. La valija con que tropezamos en nuestra vejez contiene fotografías amarillentas, algún documento escrito o filmado y el recuerdo de aquellos que hicimos vibrar por un instante. El teatro es más corto y fugaz que la vida a la que interroga, como un niño interroga a un adulto. Por eso esta obra esconde la ingenua esperanza de seguir siendo jóvenes… por un rato.

1 comment:

L Mery said...

Vi "Todos los Ausentes" y me pareció una maravilla de discurso. La vida misma hecha teatro: la vida de Héctor Noguera y la vida de Chile al mismo tiempo. Su voz y su versatilidad abarcaron por casi dos horas un escenario en el que afloró una historia que conmueve y a la vez remueve el alma. Me reí mucho y me emocioné más con el desfile de recuerdos: él mismo de niño, su madre, su padre, su maestro de teatro, sus amigos, Víctor Jara, su éxito con las fotonovelas, las cartas de las admiradoras, el dolor y la angustia, el presidio de Óscar Castro, la alegría de encontrar su camino en el teatro y tanto, tanto más. Setenta grandes años en total.
Me emociono mucho que al final de la obra los aplausos brotaran como una enérgica cascada, que retumbaran en un eco emocionado de verdad, los ojos vidriosos, el corazón palpitante y que la sensación de humanidad lo llenara todo, porque en ese escenario se había reflejado una vida... y el público agradeció ese regalo. Sí, esa sensación de humanidad lo llenó todo... y todavía inunda mi recuerdo.
Un abrazo para todo el equipo.

Leticia Mery